domingo, 4 de septiembre de 2011

Cambodia


Dejando atrás la alocada ciudad de Hanói en Vietnam me dirigí hacia otro nuevo mundo que moría por conocer; Cambodia. En el sureste de Asia, alejado del mundo, apartado de la “modernidad” que conocemos, está este hermoso reinado repleto de maravillas. Adentrándome en este reinado me encontré con una diferencia tan drástica de Vietnam que por unos momentos las sonrisas de su gente me confunden. Vistas hermosas y bellos monumentos cubren toda la superficie de Phnom Penh (la capital), a mí derecha un enorme monasterio y a la izquierda una figura de buda bañado en el oro que era tan abundante en esta zona. Dos minutos después del aterrizaje y yo ya me podía declarar enamorada de Cambodia y su atmósfera tan llena de vida.

Elegida para ser candidata de las nuevas 7 maravillas esta el conjunto Angkor Wat, el edificio más antiguo y -por ley- más alto de la ciudad. Angkor Wat es mucho más que una simple ruina repleta de estatuas y trazados en las paredes; es un portal hacia el pasado de los días de gloria de Cambodia. Un terreno tan grande que recorrimos a coche contiene todo este conjunto donde está la alta entrada de Angkor Wat, el templo de Angkor Wat y Angkor Tom o Bayon, la terraza de los elefantes, la plaza donde se hacían las ceremonias importantes de esta época, el templo Ta Prohm y Banteay Srei.

Es verdaderamente sorprendente como una populación que fue aterrorizada por el Khmer Rouge, una asociación comunista que asesinó a más de 2 millones de víctimas en solo 4 años, puede ser tan alegre. El Budismo Therevada es la religión oficial del país y esta se enfoca mucho en el presente; en vivir en el momento, perdonar el pasado y no preocuparse por el futuro. Esto algo que yo creo que ha cambiado la forma de vivir de todos estos habitantes, sacándolos de malos tiempos y dejándolos con el sabor de victoria en boca. Los camboyanos -o Khmers como a nuestro guía le gusta llamarse- son personas simplemente felices, que ven el mundo como algo bello que de buena gana nunca podrán entender por completo. Su creencia en el karma les da una razón para hacer el bien de forma inocente, pensando solo en cómo afectan a otros. No solo es Phnom Penh una hermosa ciudad por la gran historia que se esconde en cada rincón y la belleza física de sus monumentos, sino que lo encantadores que sus habitantes son te da aún más razón para amar a esta ciudad como nunca pensaste amar un lugar que no es tu patria.

jueves, 11 de agosto de 2011

El Oriente Lejano

Se puede leer en libros, ver en películas, admirar en fotos o intentar de entender a través de la voz de alguien que lo ha vivido; pero las palabras nunca llegarán a explicar la realidad de la belleza y majestuosidad del Oriente lejano. No es solo un lugar bello y exótico, sino que también es mágico. Hay cierta vibra en el aire de ahí que sobrepasa la de Machu Pichu, es otro mundo por completo. Ir a los lugares que visité –Cambodia, Myanmar, Tailandia y Vietnam- es conocer otra forma de vida que uno no pensaba que existía ni en la fantasía. No solo tienen estos bellos países una cultura cien por ciento distinta a la nuestra, sino que entre cada uno hay grandes diferencias.
Vietnam:
El viaje comenzó con un vuelo de doce horas de París a Hanói, la capital de Vietnam. Lo primero que uno llega a ver desde la ventana empapada de lluvia son los campos de arroz; kilómetros y kilómetros de ese pasto verde y alto que parece estar casi sumergido en agua. El guía nos explica que aquí se piensa que las mujeres tienen más paciencia que los hombres, y por eso solo las ves a ellas trabajando en los plantíos, agachadas bajo el sol y con sus típicos gorros de paja triangulares.

Luego uno llega al centro de la ciudad donde se ven más motocicletas que autos. Los edificios son estrechos, bajos y casi en ruinas; la pobreza de un país comunista esta a plena vista y contrasta tanto con lo que acostumbramos a ver en el DF, que uno no sabe cómo reaccionar.

En el centro de Hanói se encuentra el rio Hoan Kiem, hinchado por las lluvias de los monzones. En el centro de este rio se llega a ver una pequeña isla que los ciudadanos han convertido en un templo Budista donde grandes cantidades de incienso se queman a diario, su humo dándole un toque de misticismo al aire.

Pasear por los bazares de Hanói –ya sea a pie o por rickshaw- es una experiencia de lo más extraña. Las calles son pequeñas y sucias, toda la gente come en la banqueta en pequeños banquitos, llenando el aire a olor de noodles recién hechos. Tiendas de madera de bamboo y ropa, motocicletas con dos o tres personas en ella y cables de electricidad al descubierto es todo lo que puedes ver, estas en un lugar desconocido y todas las calles te parecen iguales, no hablas el idioma y la gente no se ve muy amigable; una experiencia que sabes que no vas a volver a vivir.

Una de las cosas que más me sorprendió de este mercado es las pocas ganas que la gente tienen de vender su mercancía: ¡pareciera que no existes! Para que te den el precio de cierto objeto tienes que rogar. Fue algo increíble y nuevo; nunca se podrá borrar de mi memoria esos momentos.

Algo que también me creo una gran impresión eran las caras de las personas -y no hablo de sus ojos rasgados y pequeñas narices- sino de la expresión que estaba en todas; parecían rendidos, como personas que ya han aceptado su miseria. En India veías felicidad y esperanza en los ojos de sus habitantes, pero aquí parecía que la gente no veía otro remedio que estar conformes con lo poco que tienen.

Aun se me enchina la piel de pensar en lo mal que la vida de una persona debe de estar para que piense que no pueden estar peor y no intente levantarse. Vietnam me abrió los ojos al mundo en el cual vivimos y me hizo agradecer todo lo que tengo y he tenido; en especial la esperanza y motivación de llegar a una meta.

Me enamore de Hanói: ame su templo de La Literatura, su río y sus diferencias a lo que uno llamaría normal. En pocos lugares he aprendido tanto como ahí y por siempre me aferraré de mis recuerdos de este extraño lugar.

lunes, 23 de mayo de 2011

St. Regis Punta Mita Resort


La ciudad de México en una gran metrópoli que ofrece de todo y es amada por todos sus habitantes, pero aunque sea un lugar lleno de diversas actividades y cosas que hacer, llega a ser algo abrumarte. Todos necesitamos un break de vez en cuando. Un lugar en donde nos podamos relajar y alejar por completo de la aturdida vida de la ciudad. Y yo he encontrado el perfecto lugar para hacer solo eso.
Punta Mita es un conjunto de hoteles de lujo que contiene a cadenas como el Four Seasons y Saint Regis. Yo me hospede en el posterior y me encontré con un paraíso que contrasta a nuestra ciudad en todo excepto dos cualidades: Un sinfín de experiencias por vivir y comida exquisita.

El Saint Regis es un hotel que ofrece todo lo que uno pueda necesitar para pasar unas vacaciones relajantes en una de las playas más bellas de América; Puerto Vallarta. Me hospede aquí por un fin de semana y deseo haberme quedado más.

En este maravillosos hotel ofrece 89 hermosas habitaciones y 31 suites con distintos diseños y amenidades. El huésped cuenta con el servicio de un mayordomo las 24 horas que lo consiente.

El St. Regis Punta Mita Resort también cuenta con tres restaurantes donde uno puede encontrar platillos exquisitos y de excelente calidad. Como Las Marietas, el Sea Breeze Beach Club y Carolina.

Es imposible no ser tentado a jugar golf en los lujosos campos diseñados por Jack Nicklaus o dejarse mimar en el relajante Remède Spa.

Las Islas Marietas se encuentran muy cerca y ofrecen aventuras al aire libre y un millón de lugares para apreciar su belleza natural. Las vistas de cualquier punto del hotel son espectaculares, pero ver la rojiza puesta del sol desde la arena blanca no tiene igual. Son en esos instantes, cuando se hunde el sol en el horizonte, que uno se da cuenta de las cosas que en realidad tienen valor en la vida y como hay que aprovecharlas.

St. Regis Punta Mita te da la oportunidad de hacer justo eso.

viernes, 14 de enero de 2011

Hotel Tides en la Riviera Maya

Todos tenemos nuestros pequeños placeres. Para algunos puede ser un relajante masaje o un delicioso cheescake. Para mí es acostarme frente al hermoso mar de la Riviera Maya en el Hotel Tides con un buen libro en mano.

El fin de semana pasado me hospede en el Hotel Tides. Este está ubicado cerca del Club de golf “El Camaleón” y tiene su propia playa privada llamada Xcalacoco de arena color perla y el mar más bello y repleto de distintos colores de América.

Además cuenta con una alberca descubierta, un Butler personal, un baño turco, un gimnasio, una sala de reuniones, un spa de lujo, una bañera de hidromasaje y muchos otros detalles que vuelven a este hotel boutique en un paraíso terrenal.

Pequeños mono arañas habitan en la densa vegetación del lugar. El hotel conservó la gran mayoría de los árboles que habitaban en esta área y es completamente eco-friendly.

Existen espacios especiales para lectores, escritores y pintores en donde uno se puede relajar y expresar. En estos rincones acostado en una cómoda hamaca, rodeado de verdes árboles, uno se re-encuentra consigo mismo y encuentra gran paz. Es un perfecto lugar para relajarse y separarse del mundo por algunos preciados momentos.

Tides, antes llamado Ikal Del Mar, tiene 30 villas de lujo. Estas están decoradas con simplicidad sofisticada. Todos los materiales son naturales y buenos para el ecosistema que los rodea y forman juntos una gran combinación de clase y un lugar para la relajación. Las colchas son egipcias y el área de los baños es particularmente espaciosa y consiste de dos regaderas, una adentro y la otra afuera, usando la densa vegetación como paredes y el cielo como techo.

En realidad, estas vacaciones fueron las más cómodas, relajantes y con el mar más hermoso que he visto y tenido. Fue una gran experiencia que recomiendo sobremanera.
El Hotel Tides Riviera Maya es uno de mis pequeños placeres.